sábado, 6 de enero de 2007

Consideraciones acerca del discurso de Chávez

ALGUNAS CLAVES PARA COMPRENDER EL DISCURSO POLÍTICO DE HUGO CHAVEZ (1998-2004).
Dr. Juan Eduardo Romero J.


Introducción

La dinámica adquirida por el proceso socio- político venezolano, desde finales de la década de los años 80 del pasado siglo XX, ha desviado la atención de los interesados en las ciencias sociales hacia Venezuela. Historiadores, politólogos, sociólogos, periodistas, economistas, internacionalistas, se han venido ocupando de lo ocurrido en el país. Todos crean descifrar los elementos más resaltantes del proceso histórico, y sin embargo, aun no llegan a responder las principales preguntas surgidas: ¿cómo entender el fenómeno Chávez[1]? ¿Corresponde el chavismo a un tipo de populismo relanzado o neopopulismo? ¿Hay una creciente muestra de autoritarismo en el liderazgo de Chávez?, ¿ es su gobierno verdaderamente una revolución?.
Estas preguntas, no resultan tan simples de responder. Y no lo son por el hecho que sea complicado entretejer una explicación, sino porqué se encuentra entrelazado en ellas un esfuerzo que no puede ser unilateral. La comprensión de una situación como la vivida por Venezuela, exige un trabajo estructurado desde los diversos ámbitos de las ciencias sociales, a través de un aporte proveniente de una variedad de disciplinas. En el caso del estudio de las características del discurso de Hugo Chávez, se hace más evidente este esfuerzo, pues la complejidad de sus emisiones, lo prolífico, la variedad de su discurso así lo exige.
Precisamente, para responder a las interrogantes que rodean el fenómeno Chávez, es que recurrimos a los aportes metodológicos que desde la historia del tiempo presente o historia inmediata[2], se hacen para descifrar las características del proceso venezolano.
Lo primero, que debe explicarse, es que hay una indisoluble relación en la larga duración entre lo que sucede actualmente en Venezuela y su desarrollo histórico como Nación, especialmente a partir del siglo XIX. Este será un elemento base de la explicación que se genera para comprender el proceso venezolano. En segundo lugar, en la estructura discursiva del fenómeno Chávez, se encuentran implícitas complejos procesos socio- antropológicos no resueltos en el devenir histórico del país. Finalmente, la conformación misma de los actos de habla de Chávez, establece un uso y sentido de la historia que guarda enorme relación con los dos primeros elementos señalados. La conexión de estas variables indicadas, son la base sobre las cuales se puede llegar a comprender el impacto y significado del discurso político de quién ha sido llamado “mago de las emociones”.
Se parte de una aproximación al problema de la construcción del discurso del poder en la historia de Venezuela, y las características que lo identifican durante el siglo XX, así como las transmutaciones sufridas a partir de la crisis de las identidades políticas experimentada en el país desde mediados de la década de los años 80. De esta caracterización, abordamos desde la teoría del discurso político las matrices que permiten comprender – en el contexto histórico- la naturaleza de los actos del habla generados por Hugo Chávez, como actor hegemónico en la dinámica política reciente, y se desentrañan las tramas discursivas que adquiere en lo relativo a temas tan contrastantes como: la globalización, el orden mundial, la integración, el proceso histórico latinoamericano, la realidad histórica y política venezolana, entre otros.

1. El Discurso del Poder en la Historia de Venezuela. Caracterización General.

El hecho que todos lo seres humanos tengamos la capacidad del habla, genera que la comunicación sea un acto vital para el desarrollo de la sociabilidad, haciendo posible la coexistencia y el entendimiento recíproco. En este marco, la comunicación oral, el discurso[3] evoca ciertas consideraciones resaltantes. En primer lugar, el discurso es diálogo, porque el habla y la escritura son actos sociales, ya que las personas cuando hablan o escriben lo hacen para alguien. En segundo lugar, es un acto social :las palabras, las afirmaciones y los enunciados dependen de los grupos sociales que los pronuncian, diferenciándose de acuerdo a las identidades culturales y antropológicas de cada grupo social. En tercer termino, el discurso es conocimiento, pues se encuentra relacionado con las maneras como las personas perciben el mundo y lo interpretan, es decir, constituye también un proceso cognitivo en esencia [4]
Estas características evocadas por el discurso, es lo que ha llevado a autores como Foucault[5] (1980) definirlo como un elemento de dominación y control sobre la hegemonía, al constituirse en un instrumento del ejercicio del poder[6] , que permite construir o afianzar unas relaciones de legitimidad[7] y legalidad, básicas para abordar los problemas de gobernabilidad. Para Foucault, los hombres construimos lo que denomina “elementos prohibitivos”, pensados para inhibir en los “otros” seres humanos, la capacidad de convencimiento y por lo tanto la posibilidad de construir una relación hegemónica y/o dominante. Estos elementos prohibitivos (la razón y la locura, lo verdadero y lo falso), se conjugan para permitir que un discurso sea o no percibido y reproducido socialmente, por parte de los demás seres sociales, otorgándole un papel resaltante en la consecución de unas relaciones de dominación y poder.
La relación entre discurso y poder, esbozada acá, nos permite hablar conceptualmente del discurso del poder, entendido como la emisión de actos del habla, que expresan un conjunto de significados y enunciados que permiten la construcción, desarrollo, mantenimiento o ampliación de lazos sociales y culturales, vitales para lograr el convencimiento y la obediencia de otros seres humanos. El discurso del poder, resulta significativo para la construcción de una relación de poder no coercitiva o coactiva, que ejerza la autoridad no sobre la amenaza de la violencia sino a través de la persuasión o el convencimiento, es lo que Kenneth Galbraith[8] ha definido como un poder condicionado.
Lograr ejercer el poder, a través de la persuasión surgida paralelamente al discurso del poder, constituye un valor en las sociedades capitalistas, en donde existe una lucha constante por la apropiación de los excedentes económicos generados a través del trabajo productivo, que deriva necesariamente en enfrentamientos violentos entre quienes se apropian de los excedentes y quienes los generan, pero no los disfrutan.
Para quienes ejercen el poder, esté conlleva el disfrute de dos condiciones que lo acompañan: la posesión y el privilegio. El primero, se encuentra ligado al control sobre los medios de producción. El segundo, es una consecuencia lógica derivada de la posesión: se obtienen una serie de prerrogativas o beneficios propios de un grupo de individuos, empleados como un factor de diferenciación social y cultural. El poder, establece una relación de reciprocidad con el privilegio y la posesión, mediante el cual se incrementan mutuamente, es decir, mayor privilegio es una consecuencia de un mayor poder, que permite acceder a un incremento de la propiedad, a la vez nutre al privilegio, comenzando el ciclo en cada nueva vuelta.
Por lo tanto, para el ejercicio del poder, resulta clave construir un discurso que propicie el convencimiento y la aceptación de las relaciones de subordinación y obediencia a través de acciones no coercitivas. Es este la esencia significativa del discurso del poder, sobre todo en su acepción de discurso político, entendido como un acto de habla emitido en un espacio público por hombres y mujeres ligados a movimientos políticos, esencialmente argumentativo, que busca convencer, persuadir mostrando las virtudes que adornan las razones presentadas y los aspectos negativos que plagan las razones contrarias [9].
El discurso del poder, en la historia de Venezuela, ha estado ligado al mantenimiento de la hegemonía en el sistema político. Los actores políticos dominantes, ya sea los caudillos decimonónicos[10], o los líderes de gran carisma, como Rómulo Betancourt, Rafael Caldera o Carlos Andrés Pérez[11], han basado buena parte de su dominación sobre un discurso tentador y con gran capacidad de convocatoria.
Sí se intentará establecer una caracterización del discurso político del poder en la historia de Venezuela[12], se tienen que exaltar tres elementos sustanciales: 1) el líder se asume como predestinado y omnipresente, 2) el pueblo es representado como un “menor de edad”, que es necesario direccionar y 3) se establece una relación mítica religiosa que se traslada al campo de la política.
El discurso del poder en la historia de Venezuela, ha estado signado por estas variables. Desde los años finales del siglo XIX, hasta estos momentos iniciales del siglo XXI, el liderazgo político en el país, ha recurrido a los mismos elementos temáticos: a) una subvaloración de la capacidad de acción ciudadana, b) el excesivo culto a Bolívar, constituyendo en sí misma casi una religión oficial , c) la apropiación de símbolos asociados a la representación de la venezolanidad -comenzada a construir a la luz del proceso de independencia en el siglo XIX- por parte de las elites políticas dominantes.
La compresión de la dinámica que adquiere el discurso del poder, para construir un imaginario político[13] hegemónico es determinante para hacer inteligible el acelerado ritmo que ha adquirido el proceso histórico venezolano desde finales del siglo XX. Y esa construcción se ha concretado gracias al manejo simbólico y estructural provisto por un imaginario político, que ha formado parte de la propia representación social e histórica que edifica el venezolano de sí mismo, plagada de apreciaciones sobre su carácter tanto positivos (alegre, trabajador, inteligente) como negativos (machista, derrochador, conformista).
Esa representación social de la identidad del venezolano, y la asociación que establece con el liderazgo político es un elemento esencial en el proceso de construcción de la hegemonía social y política de una elite. Ello es así, porque el discurso político elaborado en el transcurso de la historia de Venezuela, ha manejado la imagen que tienen los venezolanos de sí mismos. Así los aspectos positivos, acerca de la capacidad de trabajo, la solidaridad, el esfuerzo, son empleados cuando el discurso del líder político intenta llevar adelante reformas que impliquen un gran impacto social o los llamados de convocatoria de los partidos políticos[14], asimismo los aspectos negativos, acerca de la desorganización social, la impuntualidad, lo corrupto, son manejados como justificativo de los mismos procesos de ajuste, cuyo costo social son muy altos.
Esta construcción discursiva, fue clave en el transcurso del siglo XIX, cuando el impacto de la consolidación de un proyecto nacional, en una sociedad desmembrada socialmente por el proceso independentista, fue vital para asegurar el control de los grupos dominantes surgidos al fragor de la guerra, y que repitieron durante todo ese siglo una idea de la política como confrontación[15]. En el siglo XX, cuando se produce la ampliación del espacio público, producto de la movilización social generada por el ajuste estructural de la economía y la sociedad a la luz del desarrollo de la actividad petrolera, el manejo de un colectivo movilizado, expectante y con enormes necesidades sociales a través de un discurso evocador, lleno de promesas[16], también ha tenido una especial importancia, como elemento convocante para la movilización, tanto a favor o en contra de las acciones emprendidas por los grupos de poder.
Lo que se intenta señalar, es que el discurso del poder en Venezuela, ha estado vinculado con la construcción de un imaginario político, muy eficaz como elemento justificador de la dominación ejercida por los diversos actores políticos en nuestra historia. Y cuando nos aproximamos al desarrollo histórico, en una relación de continuidad entre los inicios de la república, en el siglo XIX, pasando por el convulsionado siglo XX, hasta el comienzo del siglo XXI, nos encontramos con una constante reelaboración del discurso del poder, siempre con la intención de generar una estrategia de legitimación por parte de los grupos políticos que pasan a constituirse en dominantes, tomando como base un imaginario con una gran utilidad para elaborar una cultura política[17] que se impone.
Entender el discurso político chavista, significa desentrañar las claves que han sido reestructuradas, en el discurso del poder, a través de la irrupción de actores políticos no tradicionales, surgidos en un proceso de cambio de las sociabilidades políticas e históricas, que habían identificado al venezolano durante el siglo XX, y que han recurrido a nuevas construcciones simbólicas, asignándoles representaciones sociales que han renovado – contradictoria y conflictivamente- el espacio público.



VINCULACIÓN DE LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO VENEZOLANO Y LOS CAMBIOS EN LA OPINIÓN PÚBLICA (1989-1998).

Cuando en la 2da mitad del siglo XX, específicamente a partir de 1958, con el derrocamiento del gobierno militarista de Marcos Pérez Jiménez, se instaura la democracia populista, se hace sobre tres bases de comportamiento social y político muy específicos: a) evitar el conflicto social entre los diversos actores – sociales y políticos- en el espacio público, b) insistir en el establecimiento de relaciones pura coincidencia, que hagan posible la construcción de consensos entre las diversa fuerzas y c) desarrollo de un conjunto de acciones institucionales que propendieron al mejoramiento de las condiciones de vida del ciudadano, mediante el llamado Programa Democrático Mínimo (PDM), que reunió una serie de políticas públicas destinadas a aumentar la inversión en gasto social.
Esas bases, constituyeron la esencia de los valores y representaciones sociales sobre las cuales desarrollaron sus relaciones los venezolanos, durante el período comprendido entre la instauración de la democracia populista en 1958 y las expresiones de crisis que la embargaron a partir de 1983 y culminaron con la eclosión del modelo populista de conciliación a finales del siglo XX . La forma cómo se entendieron en la práctica estas bases, implicaba una serie de comportamientos que privilegiaron el accionar de los partidos políticos como agentes principales del la sociedad política, proceso mediante el cual los partidos políticos cumplieron tres funciones: 1) servir de interlocutores válidos entre las instancias administrativas del sistema político y los ciudadanos, 2) generar las respuestas sociales a los requerimientos y necesidades expresadas en el espacio público y 3) servir como factor de congregación de las voluntades y anhelos de organización de los ciudadanos. Es lo que se denomina una democracia de partidos, donde la organización del aparato institucional de los partidos hace que los ciudadanos se identifiquen con los colores políticos que los representan, pasando la acción de los gobernantes por la mediación e intervención del partido, como principal agente histórico.
La cultura política generada en el contexto de la democracia de partidos, establecida en 1958, privilegiaba la conciliación de los grupos, actores y sectores políticamente movilizados, a la par que se producían unas respuestas a los requerimientos sociales de la población. Se concreto un tipo de imaginario, que le asignaba a los líderes de los partidos políticos un poder de convocatoria y decisión notable, a través del cual se mantenían altos niveles de aceptación con el sistema político, reflejado en una muy baja abstención en los procesos comiciales generados entre 1958-1983.
La opinión pública, a favor o en contra de una acción pública, está ligada a lo que Easton[18] (1965) denominó apoyo difuso y apoyo específico. El apoyo difuso, es aquel que produce una vinculación o interrelación con el sistema establecido sobre un sentimiento de legitimidad, el reconocimiento del bienestar general y un sentido de pertenencia a una comunidad política. El apoyo específico, es producido por un intercambio en el otorgamiento al ciudadano de ventajas y beneficios, derivados de la gestión de políticas públicas, de gran impacto sobre la población. En el caso de Venezuela, los apoyos difusos y específicos derivados del impacto de la democracia de partidos, la cultura política integradora y el imaginario político democrático, se tradujo en una opinión pública acerca de la legitimidad del sistema, que explica la estabilidad experimentada hasta finales de la década de los 80 del siglo XX.
A partir del ajuste estructural, impulsado por el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez (1989-1993), que derivo en el desmontaje del imaginario político democrático, mediante el cual los partidos políticos producían una respuesta social a los requerimientos del ciudadano, se fue impulsando una opinión pública, caracterizada por lo que se ha dada en llamar la antipolítica, y que debe entenderse como toda movilización social, que en acciones o contenidos manifiesta una intención de actuar fuera de los canales y prácticas establecidas institucionalmente.
La antipolítica, abrió el camino para una ola de protestas populares , que cubrió todo el transito temporal entre 1989-1992, caracterizado por el descrédito de las instituciones y organizaciones políticas y el anhelo de renovación de la cultura política construida desde los inicios de la democracia de partidos. La enorme crisis institucional, auspiciada por una drástica reducción de los principales indicadores económicos - tal como se desprende del cuadro presentado a continuación – coadyuvó a acrecentar el descontento popular hacia los partidos históricos (Acción Democrática y COPEI), creando una matriz caracterizada por el pesimismo y una creciente ingobernabilidad.

Cuadro I: Principales Indicadores Macroeconómicos (1988-1992). Fuente: Lander Edgardo, Neoliberalismo, sociedad y democracia, Ediciones de la Universidad Central de Venezuela, Caracas,2000, pág. 93.

Resulta innegable, que la cultura política dominante, impuesta sobre la necesidad de generar una sociabilidad democrática consensuada, estructurada sobre el accionar de la democracia de partidos, sufrió un colapso en los supuestos que le permitieron funcionar.
Venezuela, comenzó una transición política[19], que se extendería hasta finales del siglo XX y que conllevo la reestructuración de la cultura política que había imperado, incorporándose nuevos referentes simbólicos, que se manifiestan en tres componentes concretos: 1) afectivo[20], que se encuentra conformado por las reacciones emocionales que produce la interrelación entre los individuos con el sistema político, el Estado y los actores políticos, 2) cognitivo[21], que se traduce en procesos perceptivos de elaboración de creencias y valores fuertemente arraigados que establecen un flujo de comunicación entre los individuos y las estructuras institucionales de la sociedad y 3) comportamental, relacionado con el desarrollo de los comportamientos políticos que genera el desenvolvimiento de los individuos como ciudadanos en el espacio público[22].
Esos referentes, constituyen parte constitutiva del discurso político chavista, otorgándole una capacidad de convencimiento, que caracteriza sus actos de habla y lo proveen de una herramienta cultural y antropológica que le permite mantener una relación de cercanía con amplios sectores de la sociedad venezolana, dada la cercanía temática establecida con ellos, y explican en parte como un gobierno, con seis (6) años de ejercicio del poder se ha enfrentado a una cruda resistencia manteniendo unos niveles de popularidad muy altos.

3. LAS TRAMAS DISCURSIVAS EN LOS ACTOS DEL HABLA DE HUGO CHÁVEZ. (1998-2004)

La construcción de una cultura política renovada, caracterizada por un replanteamiento de la idea de democracia, en donde se produce un desplazamiento de la imagen preponderante y hegemónica de los partidos políticos y los líderes aglutinados en torno a él, al mismo tiempo que el concepto de ciudadanía adquiere especial trascendencia en el espacio público, manifestada en la concreción de derechos sociales en el cuerpo constitucional aprobado en diciembre de 1999, es un proceso que se desarrollo paralelamente a la redefinición del discurso del poder con Hugo Chávez.
El discurso, existe en un contexto determinado, que lo explica y lo nutre. En el caso venezolano, desde la eclosión del sistema bipartidista de conciliación, en 1993, las emisiones discursivas de los actores sociales y políticos estuvieron marcadas por el escepticismo, la desilusión con la democracia como generador de mejores condiciones para el ciudadano. Ese escepticismo se concreto durante los últimos años de la década de los 90, en una matriz de opinión contraria a canalizar por las vías institucionales las diferencias y el disenso.
Lo que ocurrió, fue que el discurso político perdió su capacidad de ser “dicho”, eso es reproducirse a si mismo por aceptación o negación. Al ocurrir este proceso, se genero hacia lo interno de la sociedad venezolana un fenómeno que es característico de toda América Latina, asociado a una ampliación del espacio público, mediante formas de protestas no contextualizadas, en acciones colectivas no surgidas de los núcleos de sociabilidad implementados desde los canales formales de la sociedad (sindicatos, partidos, poder legislativo, entre otros).
Este escenario, es el adecuado para que surjan no sólo nuevos actores sociales y políticos, capaces de articularse en los espacios ganados ante el retroceso de los actores tradicionales, sino que se asiste a una reconfiguración simbólica concreta, marcada por expresiones, valores y prácticas no tradicionales, que adquieren especial significado en el campo de lo social.
Cuando Venezuela, asume la elección de diciembre de 1998, lo hace en un marco de acción colectiva identificado en una doble vertiente: a) la movilidad no estructurada en los canales formales de la política, tal como se había realizado entre 1958-1997 y b) un desencanto con la idea de democracia que propicia formas de respuesta social que escapan al control de los mecanismos de regulación, no sólo del estado, sino de las estructuras de clase, cultura y sociedad[23].
Este contexto permite la generación de un debate, esencialmente discursivo, en torno al modelo de democracia que había que estructurar a partir del resultado del proceso electoral. Para ser precisos, el debate giró alrededor de dos representaciones excluyentes de la democracia, tanto en su formalización como práctica política, cómo en la concreción de estructuras simbólicas. Esos modelos de democracia los hemos denominado: formal y radical[24]
El formal, corresponde con una conceptualización que entiende la democracia esencialmente desarrollada sobre prácticas institucionales y electorales concretas, privilegiando al partido, las corporaciones políticas, económicas y sociales, cómo agentes en los cuales se concentra la actividad de sociabilidad política.
La radical, insiste en una definición heterodoxa de la participación, como principio articulador del ejercicio democrático. No insiste en los procedimientos formales de adscripción a través de instituciones, organizaciones y/o partidos, para adentrarse en la vida democrática. Por el contrario, desplaza el centro de atención de estas instituciones a los espacios públicos, a otros ámbitos de acción[25].
El discurso de Chávez, se enmarca dentro de estos principios de la democracia radical. Eso implica la construcción discursiva de una sociabilidad política absolutamente movilizada, donde las estructuras partidistas – tal cómo habían funcionado en Venezuela entre 1958-1996- pierden todo su significado, al ser desplazadas, minimizadas y sobre todo superadas por la personalización de la política como elemento convocante, por encima de otras formas institucionales.
Por otra parte, el discurso de Chávez – y sus seguidores- se construye sobre matrices lingüísticas marcadas por la idea de podredumbre, renovación, agotamiento, crisis permanente, y visto desde el punto de vista antropológico, sobre la base de definición de un “nosotros” caracterizado en la idea de pueblo –popular – pues reconoce otros tipos de pueblo, ajustado ese reconocimiento a la existencia de diversidad de subcultura sociales que permanecen dentro de la venezolanidad - que se contrapone al “otro” oligárquico, excluyente, segregacionista.
Esa representación discursiva, es complementada – y así se puede entender la complejidad de la realidad venezolana – por una contra visión proveniente de los sectores desplazados en el ejercicio del poder, desde la llegada de Chávez al poder en 1998 (corporaciones económicas, grupos de poder ligado a los partidos históricos, los propios partidos históricos). Esa construcción, también se maneja en una polaridad inversa, en está los “otros” son asumidos como bárbaros, hordas brutas, con resentimiento social, tal como se desprende del siguiente cuadro:

Tabla N° 1. Construcciones verbales de sí mismos y de los otros por parte de los sectores chavistas y antichavistas. Fuente: Elaboración propia.

CONSTRUCCIONES VERBALES DE ACTORES LIGADOS AL CHAVISMO
CONSTRUCCIONES DE SECTORES ANTICHAVISTAS

Visión del “otro”:
· “Los golpistas de Fedecámaras”. Hugo Chávez. El Nacional 21/02/2003. A/3
· “… lamento la actitud intolerante, el odio que emanan (la oposición)”. Cilia Flores. Diputada MVR. El Nacional 26/12/2002. A/4
· “La gente del petróleo han apostado a la ruina y a la quiebra del país, para así de manera sediciosa… alcanzar el poder”. Ismael García. Diputado El Nacional 26/12/2002. A/4
· “Esas personas (la oposición) conspiraron contra el Estado venezolano”. José Vicente Rancel. Vicepresidente de la República. El Nacional 29/01/2003 B/2.






Visión del “otro”:

· “…Gobierno fascista de Hugo Chávez…” Carlos Ortega. El Nacional 14/12/2002. Cuerpo A/2.
· “Se debe actuar con mucha prudencia para no caer en el terreno violento planteado por el régimen de Hugo Chávez”. Carlos Ortega. El Nacional 06/11/2002.
· “La institucionalidad democrática está amenazada por el régimen chavista”. Carlos Fernández. Fedecámaras. El Nacional 14/12/2002. B/3
· “El oficialismo depende de la fuerza, de la violencia para doblegar a la población que se manifiesta pacíficamente”. Julio Borges. Dirigente y Diputado del Partido Primero Justicia. El Nacional 05/01/2002. A/3
Visión del “nosotros”
· “Los trabajadores, están con la democracia y con el gobierno”. Hugo Chávez. EL Nacional. 16/01/2003 B/8
Visión del “nosotros”
· “Somos un pueblo cívico, unido y disciplinado” Carlos Ortega. Presidente de la CTV. El Nacional 21/12/2001. Cuerpo A/3.





La construcción discursiva, tanto de chavismo, como de la oposición, se hace sobre lo que Foucault [26]denomino procedimientos de exclusión, especialmente referido al manejo de la locura como estrategia de deslegitimación del “otro”. En el caso venezolano, el tema de la locura tiene un significado trascendente en los códigos de comunicación empleados para expresarse en torno al adversario. La oposición, ha insistido en su estrategia deslegitimadora en la interpretación de un comportamiento anormal por parte de Chávez, manifestado sustancialmente en cárteles que encabezaban la movilización en contra del gobierno durante el proceso del 10,11 y 12 de abril de 2002[27], que indicaban “Fuera el loco y su atajo de incapaces”. Con ello, se quería significar la incapacidad no sólo del presidente, sino de todos los que alrededor de su gobierno se agrupan, en contraposición de un “nosotros” identificado con la racionalidad y el civismo.
En respuesta a esta estrategia articulada alrededor de la idea de locura, el chavismo popular produjo una en la misma tónica. Surgió la expresión “Chávez los tiene locos”, para rearticular, redefinir la estrategia de la insana mentalidad de la oposición, pero con un agregado social y cultural interesante: la locura viene de la no comprensión del cambio experimentado por la sociedad venezolana.
Subyace en este planteamiento una idea de la historia de Venezuela y los procesos políticos que resalta el agotamiento de una representación de la democracia estructurada alrededor de la gravitación de los partidos políticos, así como otros ejes de articulación tales como los grupos corporativos, los sectores económicos. Pero esta presente, por otra parte, una construcción estereotipada de grupos que se oponen, y que bajo esa oposición se resguardan para ser incapaces de llegar a acuerdos sobre la base del debate de ideas y proposiciones. Las personas, los hechos, las acciones ya no se miden y perciben por lo que son en si, sino por una relación de confrontación expresada en la formula: nosotros-ellos.
El discurso de Chávez, se estructura sobre una base cultural, que exalta su identificación con los sectores sociales excluidos, sobre la base de la enorme crisis institucional que produjo un progresivo “abandono” por parte del Estado de la atención del ciudadano, es lo que algunos autores han denominado la desciudadanizacion de la democracia[28] , expresada en la reducción del papel social del Estado, en una creciente política de privatización en los servicios, en la exclusión social. Es ese contexto, el que sirve de base a Chávez para construir una mirada antropológica de cercanía con ese ciudadano que ha sido excluido, despojado de su ciudadanía social.
Esta construcción social del discurso chavista, marcha paralelo con la definición de políticas asistencialistas[29] con gran impacto, tanto desde el punto de vista de la atención social que alcanzan, como desde la estructura simbólica que encarna. Desde el punto de vista social, se llega con misiones como Barrio Adentro, que tiene como centro u objetivo de acción la aproximación a una medicina familiar preventiva en las zonas mas pobres del país, pero al mismo tiempo tiene una carga de representación, de significados sociales y antropológicos, que colocan al excluido en el epicentro de la acción estatal, ya no solo discursivamente sino en la practica institucional del proyecto bolivariano, esbozado desde 1999. Las cifras de atención de esta misión son significativas en la idea que se presenta acá:
Tabla No.2. Total atenciones Misión Barrio Adentro. Fuente: http://barrioadentro.gov.ve . Consultado Enero 2005.
Estadística General



INDICADORES
SEMANA 4
AcumuladoSemana
AcumuladoAño

Casos Vistos
1819272
6218305

De ellos en Terreno
531519
1933049
6453702
Nº de Familias Visitadas
200993
735347
2189194
Acciones de Enfermería Realizadas
205120
671158
1586750
MNT Aplicada.
363978
1264618
2981361
Vidas Salvadas
372
1326
6447
Partos Realizados
45
77
275
Vacunas Aplicadas
2079
6369
27913
Actividades Educativas
592142
2013435
6074401
Actividades Docentes
6451
18140
53104


Cierre al 31 enero de 2004




Lo que expresa, tanto el discurso de Chávez, como de quienes se le oponen, es la subsistencia del afloramiento de las diversas subculturas que constituyen la venezolanidad, y que se suponía habían quedado homogeneizadas con la consolidación del proyecto nacional democrático a partir de 1958. Expresiones de esas subculturas, se ponen de manifiesto cuando se insiste en el carácter popular de la revolución bolivariana, o cuando la oposición manifiesta que los “chavistas son hordas carentes de civilidad”.
Hay sin lugar a dudas en Venezuela, una profunda polarización, contextualizada mas allá de una disputa por la supremacía o hegemonía política. Se debe ubicar esa polarización, alrededor del fenómeno impactante de la inequidad, la pobreza y la desatención al ciudadano. Cuando así se hace, encontramos la coherencia de los planteamientos verbales expresados por Chávez, en relación al papel de los militares en la sociedad, como algo mas que simples custodios del orden, e insiste en su incorporación social al desarrollo productivo, dentro del marco del Plan de Desarrollo Económico Social de la Nación (2001-2007).
Se puede entender también, la expresión de sus actos del habla, al referirse al contexto venezolano, con el establecimiento de una conexión con la presencia de los mismos problemas en otras realidades, geográficamente distantes a Venezuela. Acciones como la realización de la Cumbre OPEP en Caracas, en el 2000, la Firma de los Acuerdos de Caracas, que relanzan el papel estratégico de Venezuela, en el mundo del siglo XXI, o el reciente Encuentro de Intelectuales por la Paz, efectuado también en Caracas, a finales de diciembre de 2005, tienen el objetivo de constituirse en un referente simbólico ya no solo nacional, sino internacional.
Hay una pretendida intención, de responder a los problemas de la mundializacion, la transnacionalizacion, en sus mismos términos pero en un sentido inverso. Es decir, se emplea la propaganda y el impacto de los mass-medias, no para imponer un modelo de democracia, sino para exaltar el hecho que hay otra opción que parte de una búsqueda en las raíces – o pretende hacerlo- de la latinoamericanidad. Asimismo, se replantea no solo la historia de Venezuela, y los constructos simbólicos de heroicidad, solidaridad y libertad, tomados del pensamiento político de la emancipación, sino la historia latinoamericana misma, vista desde la perspectiva del impacto de las relaciones de subordinación sobre el desarrollo social y productivo de los países que componen esa latinoamericanidad y las amenazas que se desprende de las condiciones del sistema-mundo[30].
Hay una necesaria conexión, entre lo que sucede en Venezuela – desde la lógica discursiva chavista- como un proceso de renovación de las ideas acerca de la democracia, la articulación de los actores sociales y políticos. Las reivindicaciones sostenidas por Chávez, se centran en cuestiones de carácter cultural y simbólico, relacionadas con problemas de identidad colectiva. Este aspecto se comprueba cuando se analizan sus discursos y la insistencia en el rescate, la rearticulación del ciudadano común en el espacio de acción colectiva, mas allá de estructuras político-partidistas, y que se extienden por campos diferentes a la reivindicación económica.
No hay duda, los actos del habla emitidos por Chávez, tienen una resonancia cultural, entendido como un acto de apropiación cultural, en los cuales el líder asocia las reivindicaciones a controversias publicas de gran resonancia en la sociedad en general. El uso que hace el chavismo, del tema de la exclusión social de los beneficios de la renta petrolera, si bien no es nuevo en la historia de Venezuela, adquirió una significación distinta desde 1999, generando por un lado adhesiones múltiples, pero al mismo tiempo una movilización general, de sectores muy diversos, que ven con simpatía – y se identifican- con las estrategias de incorporación implementadas.
Chávez, y la construcción discursiva implementada por él, desde el intento de golpe de estado de 1992, es una evidencia de “reivindicaciones de rápido desarrollo”, entendido como una serie de acontecimientos dramáticos, extensamente divulgados y no esperados –violencia oficial, represión- que sirven para dramatizar, y en consecuencia aumentar, la conciencia y oposición publicas respecto a condiciones sociales que hasta entonces eran aceptadas, propiciando marcos dominantes de protestas[31], que tuvieron como epicentro el fracaso de la democracia partidista, la carencia de respuestas sociales a las necesidades del ciudadano y la falta de representación y vinculación de los liderazgos partidistas.
Esos marcos dominantes de protestas, se han visto reforzados por las acciones de movilización implementadas por la oposición a su gobierno, que recurriendo a paralizaciones económicas e intentos de golpe de estado, como los desarrollados durante los años 2002-2003, han generado un efecto contrario al anhelado por ellos: la creación de una identidad social colectiva solidaria con el chavismo, y que debe ser entendida como una definición de situaciones compartidas por un grupo cultural, como resultado de un proceso de negociación y laboriosos ajustes entre distintos elementos relacionados con los fines y medios de acción colectiva y su relación con el entorno social, mediante el cual los miembros del grupo construyen un sentido del “nosotros” que impulsa al movimiento en la búsqueda de ampliación de sus objetivos.
El chavismo, ha reforzado una representación social y antropológica con los excluidos, con aquellos que durante años de acción estatal, vieron con expectación la posibilidad de alcanzar una mejora de su calidad de vida, basada en la promesa de movilización y satisfacción esgrimida por los partidos políticos históricos, y que sin embargo, nunca llegaron a sentirse parte de ese Estado omnipresente. Podemos hablar, en este sentido, de un movimiento social chavista, que ha introducido cambios en aspectos políticos e institucionales de la sociedad venezolana, al producirse una ampliación de los marcos colectivos de derechos sociales, pero al mismo tiempo, cuestionan los signos y significados de la vida social construida por la democracia hasta 1998.
Es este el epicentro de la conflictividad social, en Venezuela. Los movimientos articulados en torno a Chávez, y sus marcos colectivos formales e informales de acción, así como los surgidos de la propia dinámica de organización social-popular, chocan con las representaciones y significados esgrimidos por aquellos actores – sociales y políticos- que tenían una presencia privilegiada en la estructura societal (partidos, sindicatos, grupos económicos, iglesia), y se resisten a perder esos privilegios adquiridos a lo largo de años de practicas institucionales.
En nuestro criterio, el chavismo, recurriendo a un manejo no tradicional de los contenidos históricos constitutivos de la venezolanidad (el culto a la heroicidad, la importancia del héroe en el proceso latinoamericano) genera una negociación alrededor de los elementos simbólicos que conforman esa construcción cultural. En la representación que se le asigna, se plantean una negociación sobre los mecanismos de articulación de los ciudadanos en el espacio publico, a través de la popularización o mas bien la extensión, de formas organizativas no dominadas exclusivamente por las estructuras formales e institucionales de los partidos o los sindicatos, abriendo paso a la conformación de redes sociales no asociadas a estos elementos formales.
Se construye, sobre esa base de redes sociales, impulsadas por el discurso evocador del chavismo, una red de pequeños grupos sumergidos en la resolución articulada de los problemas que afectan su vida cotidiana, incorporados mediante su participación en las distintas misiones (Robinsón, Ribas, barrio adentro, vuelvan caras, Sucre), y que estimula impulsos de innovación cultural, que chocan con las practicas institucionalizadas de la vieja cultura política corporativista, propiciando el conflicto, que es a la vez cultural y político.
Lo que se intenta expresar, es como el chavismo ha modificado significativamente, las practicas culturales de ejercicio de la ciudadanía, mediante el impulso a la conformación de redes sociales, surgidas paralelamente a la acción estatal ejecutada, y que establecen sus propios marcos de acción colectiva. En este proceso, se tejen unas representaciones simbólicas, que marcan eficientemente su distancia, con los referentes culturales que permitieron identificar la vida social, alrededor de un modelo de democracia, conformado en torno al privilegio a un grupo de actores corporativos.
De lo que se trata, es comprender como en Venezuela han surgido unos actores políticos y sociales con un discurso movilizante, que le ha permitido dominar y hegemonizar el espacio de representación política, en una seguidilla de elecciones populares, sino que además han estructurado un cúmulo de símbolos que le otorgan una base social de apoyo de muy diversa composición, enormemente descentralizados y en algunos casos anarquizados en su acción colectiva.
El chavismo, no es simplemente, la irrupción de formas postmodernas o premodernas de expresión política, es un complejo proceso arraigado en los enormes cambios culturales y sociales experimentados en Venezuela y América Latina, en las últimas décadas del siglo XX, y esta asociado a la ampliación de las esferas de participación y la modificación de los patrones culturales en torno a la política, la democracia y las instituciones, y la representación misma de la ciudadanía. Venezuela, es sin lugar a dudas, un laboratorio viviente para estudiar una complejidad de fenómenos sociales, políticos y culturales, que deben ser asumidos mediante una interpretación no restrictiva y simplista.




[1] La expresión es tomada de un texto del politólogo venezolano Ramos Jiménez; Alfredo, La transición venezolana. Aproximación al fenómeno Chávez, Ediciones del Centro de Políticas Comparadas de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 2003, p. 245.
[2] Al respecto de la historia inmediata, puede consultarse la obra de Carlos Barros, a través de la web Historia a Debate (www.h-debate.com ). Por otra parte, la definición de historia del tiempo presente y sus implicaciones teóricas y metodológicas es abordado desde una perspectiva muy actual y completa por Langué Fréderique, Cuando la Calle Arde y el Aula reflexiona. La historia inmediata de Venezuela, métodos y cuestionamientos, En: Domingo Irwin y Langué, F. (Coord.), Militares y Sociedad en Venezuela, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, Venezuela.(2003).
[3] Van Dijk T, El discurso como estructura y proceso, Editorial Gedisa, Barcelona- España., 2000, p. 22-23, señala que el discurso es una forma de utilización del lenguaje, que está referido también a las ideas y filosofías que sustentan y divulgan los seres humanos. Lo entiende como un suceso de comunicación que implica tres procesos: a) uso del lenguaje, b) comunicación de creencias y c) interacción en situaciones de índole social.
[4]Bolívar Adríana, El análisis crítico del discurso: teoría y conocimientos, Revista Epísteme NS, N° 1-3, Enero-diciembre, Universidad Central de Venezuela. Instituto de Filosofía. Caracas, Venezuela, pag 23-29.
[5]Foucault Michel, El orden del discurso, el discurso del orden,Ediciones de la escuela de Filosofía, Universidad Central de Venezuela, Caracas, Venezuela, 1980, pág. 12-33.
[6] En el presente trabajo entendemos el poder en un sentido Weberiano, eso es como la capacidad de una persona o grupo de personas de modificar o imponer comportamiento a otros.
[7] Tiene que ver con la aceptación de las facultades de disponer y lograr la ejecución de la disposición, y por ello se refiere a la estructuración de las potestades de comandar y de los ámbitos de la obediencia. La legitimidad, al menos dentro de la modernidad, se trabaja a través de una discursividad que tematiza explícitamente los supuestos de la conformidad con determinado orden y argumenta para lograr convencimiento. Gabaldón Luis et al, Legitimidad y Sociedad, Alfadil Ediciones, Mérida, Venezuela. 1989, pág. 12-14
[8] Kenneth John, La Anatomía del Poder, Plaza & James Editores, Barcelona- España, 1985, pág. 23-33.
[9] Montero Maritza, Los sonidos del silencio: construcción y destrucción del otro en el discurso político,en Bolívar Adriana y Carlos Kohn (Comp.) El discurso político venezolano. Fondo Editorial Tropykos, Caracas- Venezuela, 1999, pág. 17.
[10] Es emblemático al respecto, el trabajo de Polanco Alcántara Tomás, Antonio Guzmán Blanco, Ediciones Monte Ávila, Caracas, 1992, págs.336, que reseña el liderazgo personal del caudillo venezolano de la 2da mitad del siglo XIX.
[11] Méndez Ana y Morales Elda, Democracia, comunicación y ciudadanía ( un estudio de opinión pública), Revista Cuestiones Políticas, N° 27, julio- diciembre, Universidad del Zulia, Venezuela,2001, pág. 23-36, reseñan las características discursivas de estos líderes de la democracia venezolana en la 2da mitad del siglo XX.
[12] El tema del discurso del poder ha sido abordado anteriormente en otros trabajos. Consúltese Romero Juan, Actores políticos y construcción del discurso del poder en Venezuela (1996-1999), En: Martínez Ruiz, Enrique (Coord.), Poder y mentalidades en España e Iberoamérica. Madrid- España, Universidad Complutense de Madrid, 2000, pág. 234-265. Además de Romero Juan, El discurso del poder en Hugo Chávez (1996-1999), Revista Espacio Abierto, Cuaderno Venezolano de Sociología. Julio- septiembre, La Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela, 2001, págs.80-110. Y Romero Juan, Discurso y filosofía política en Hugo Chávez (1996-1998), Revista Ecuador Debate N° 55, Abril, Ecuador. Versión electrónica en http://www.lahora.com.ec/debate/paginas/debate489.htm .
[13] Lo entendemos como un dato fundamental de la conciencia humana, gracias a lo cual los hombres representan cosas y procesos distantes, al igual que se articulan entre sí a distintas realidades, formando conciencias colectivas compartidas por los miembros de una comunidad.
[14] Para Madriz María, La noción de pueblo en el discurso populista, Revista Latinoamericana de Estudios del Discurso. Vol.2- No.1. Asociación Latinoamericana de Estudios del Discurso (ALED). Universidad Central de Venezuela,Caracas, 2002, págs. 81-82: “El pueblo vive y actúa independientemente de que el líder o los medios lo nombren. Pero es el discurso del líder y de los otros actores políticos masivamente comunicado, el que elabora y eventualmente instituye un modelo de interpretación para ese hacer; una manera de valorar ese hacer; una identidad política que se atribuye al sujeto histórico de ese hacer quien, así, queda imaginariamente instituido como “el pueblo”... Efectivamente, el discurso populista atribuye al pueblo un conjunto tal de significaciones dispares que, a la postre, éste termina ora amenazado, ora victimizado; y se comporta, ora como cíclope, ora como eunuco; y pasa a la historia ora como libertador, ora como liberado”.

[15] Carvallo Gastón, Próceres, Caudillos y rebeldes. Crisis del sistema de dominación 1830-1908, Editorial Grijalbo, Caracas,1994, págs 212, aporta una interpretación del proceso histórico del siglo XIX y de las confrontaciones sociales que la caracterizaron. Asimismo Carrera Damas Germán, Una Nación llamada Venezuela, Monte Ávila Editores, Caracas,1997, págs.241 se dedica a analizar la dinámica política en el Siglo XIX.
[16] La historiadora Margarita López Maya, ¡Se rompieron las fuentes! La política está en las calles, En: Baptista Asdrúbal (Coord.) Venezuela Siglo XX. Visiones y testimonios, Fundación Polar, Caracas,2000, pág. 336-337, expresa que el siglo XX se caracterizó por las protestas populares, mediante una serie de ciclos que tienen una continuidad histórica desde finales del siglo XIX hasta los principio del siglo XXI. Esos ciclos de protesta popular, son la expresión disruptiva desarrollada en los espacios públicos por multitudes y otros actores sociales y políticos para expresar a las autoridades su apoyo, resistencia y oposición con las normas, políticas, instituciones o condiciones sociales y políticas.
[17] Es la memoria del sistema, creada y estructurada por un conjunto de agentes (individuales y colectivos) socializadores, que promueven la conformación de orientaciones socio políticas a favor o en contra del sistema, a través de las cuales se participa en la vida política ,Madueño Luís, Sociología política de la cultura, Ediciones de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela,1999, pág. 32.
[18]Easton David, Esquema para el análisis político, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1965, págs 112.
[19] En torno a los procesos de transición veáse el trabajo de Romero Juan y José Lares, Transición política, democracia y espacio público en Venezuela (1998-2002), Revista Cuestiones Políticas, N° 28, Enero- junio , La Universidad del Zulia, Venezuela, 2002, pág. 12-28.
[20] Se concretó este componente afectivo, en la creación de una representación de enorme rechazo a las instituciones políticas tradicionales, en un descrédito sobre el Congreso Nacional, el Ejecutivo, los partidos. Los estudios de opinión elaborados en el período 1989-1998, señalaban que en Venezuela las instituciones que habían sido puntales de la gobernabilidad carecían de credibilidad, que la idea de la democracia como simple realización de elecciones no llenaba las expectativas del ciudadano.
[21] Méndez y Morales, Ob. cit (2001) realizaron un estudio acerca de los valores y creencias de los venezolanos en torno a la democracia, y en él construían una idea de la democracia basada esencialmente en los siguientes valores: empleo (65.10%), justicia (47,40%), libertad (44,90%), igualdad (29,20%), gobierno responsable (26,70%), apareciendo la realización de elecciones – como definición de democracia- con sólo un 3%. Estas valoraciones sobre la democracia son elementos que maneja el discurso chavista, tal como se demostrara más adelante en este trabajo.
[22] El comportamiento político de los venezolanos, a partir de la eclosión de la cultura democrática partidista, ha estado marcado por la antipolítica y la protesta popular, como forma de expresión del descontento. La idea de una democracia activa, movilizante, impulsa la conflictividad en el espacio público desde finales del siglo XX, tal como lo hemos manifestado en otros trabajos : Romero Juan, Construcción política del disenso y el conflicto a partir de las elecciones de 2000 en Venezuela, Revista Reflexión Política, Universidad Nacional Autónoma de Bucaramanga, Colombia,Año 5, Nº 9, junio, 2003, 126-147, versión electrónica http://editorial.unab.edu.co/revistas/reflexion/rev59.htm .
[23] No es la intención detenernos en el análisis pormenorizado de la coyuntura 1992-1998, múltiple en sus formas de expresión, pero recomendamos la consulta de una serie de trabajos que asumen su estudio, a saber: Molina José y Carmen Pérez, La democracia venezolana en una encrucijada: las elecciones nacionales y regionales de 1998, en: Revista Cuestiones Políticas, N° 22. Instituto de Estudios Políticos y Derecho Público de la Universidad del Zulia, Venezuela,1999; y en Carrasqueño José et al, Venezuela en transición: elecciones y democracia 1998-2000, Red de Estudios Políticos de Venezuela- Redpol, CDB Publicaciones, Caracas, Venezuela, (2001).
[24]Romero Juan, Hugo Chávez y la representación de la historia de Venezuela, Revista Reflexión Política, Universidad Nacional Autónoma de Bucaramanga, Colombia, Año 6, Nº 11, JUNIO 2004, versión electrónica en http://editorial.unab.edu.co/revistas/reflexion/rev611.htm
[25] “La democracia radical, en otras palabras, forma un orden simbólico cuya radicalidad consiste en no ser jamás cumplida ni presente a sí misma, sino esencialmente impropia, dividida, separada de sí misma. Funda, a partir de un fundamento sin fondo, una política de lo "impropio", de lo "impolítico" o lo "apolítico", contra la política "propiamente dicha", es decir, en primer lugar, contra la política totalitaria, la cual se supone metafísica en su afán de alcanzar lo "propio" al ser "reapropiada" la historia por el sujeto de la política, sea éste el proletariado, el pueblo o incluso, en una deconstrucción extrema del comunismo y del socialismo.” ( Bosteels Bertold, Democracia radical: tesis sobre la filosofía del radicalismo democrático, Revista Metapolítica, Vol. 5, Nº 20, Octubre- Diciembre,México, 2001.
[26]Ob.cit, p.13
[27] Se debe recordar que esas fechas fueron la culminación de un ciclo de protestas de diversos sectores opuestos a Chávez, que vinieron acompañados por acciones colectivas en respuesta, tanto del Estado mismo, como de adeptos del Presidente. Finalmente, se complementó con una sublevación atípica de un grupo de militares que produjo la salida – momentánea del poder- del propio Chávez.
[28]Salazar Robinson, Venezuela: desencuentro actoral y crisis institucional. en: Robinsón Salazar y Romero Alexis (coord.), Venezuela: Horizonte democrático siglo XXI. Ediciones Libros en Red. Insumisos Latinoamericanos, México.
[29] Estamos claros, que la política social del gobierno de Chávez adolece de una base resolutiva, que vaya mas allá de la asistencia al ciudadano socialmente excluido, pero también tenemos claro su alto impacto en el contexto de crisis institucional que habían experimentado los venezolanos, que sentían que el Estado era algo ajeno a su propia existencia ciudadana, por el olvido al que habían sido relegados.
[30] “El ALCA, tal como está planteado, lo hemos dicho, es una amenaza contra nuestros pueblos. Precisamente contra nuestros agricultores, contra nuestros trabajadores, contra nuestros científicos, investigadores, contra nuestras industrias, contra nuestra esencia como pueblo. No podemos aceptarlo, sencillamente así, y estoy seguro que cada día los pueblos de la América Latina y el Caribe irán asumiendo con mayor conciencia la lucha por un verdadero modelo de integración, de unidad”. (Chávez Hugo, ALO PRESIDENTE Nº 150. DESDE Mucuchíes, Mérida Caracas,Venezuela, 18 de mayo de 2003. http://www.globovision.com/documentos/discursos.transcripciones/2003.05/20/alocha150/index.shtml.
[31] La entendemos como un conjunto de ideas y representaciones culturales y simbólicas, que legitiman un movimiento social y que llegan a ser compartidas por una variedad de movimientos y organizaciones.

1 comentario:

Aurora dijo...

No he leído en profundidad este articulo, pero me da la impresión de que está bien documentado. Felicitaciones por entrar en este tema tan puntiagudo.
o